El infierno desatado

Se desató el infierno. Y ya se acabó todo esto, parece... Sigo sin saber qué siento, qué papel he tenido en esto, dudando de si me equivoqué o no. Adrián y yo no nos hablamos. Esa loca admitió haber destruido mi computadora y sabe que yo fui la que le mandó los mails a Adrián. Se lo dijo en su cara, me acusó como una cobarde y dijo que yo me lo merecía. Adrián no sabía de qué lado estar, se le notaba. ¿Quién quiere una novia así de loca, que se puede meter a tu casa en la madrugada a hacer locuras? ¿No se habrá robado algo? Qué demente... Él se volvió loco cuando supo que yo había escrito los correos y yo no supe reaccionar como una buena venenosa y negarlo todo, porque me agarraron en curva. Tenía que haberlo negado todo y así ella habría quedado como una loca paranoica y vengativa y yo como la reina inocente.

Él le preguntaba y le preguntaba que qué estaba pasando en realidad, le rogaba que le dijera... Es obvio que hay algo extraño aquí y algún día voy a averiguarlo. Porque esta sicótica me está arruinando la vida. Ya se la arruinó a mi hermano y me la está arruinando a mí. Decidí salirme del pleito y le dije a Adrián, ahí en casa de Magda, que era mejor que nos dejáramos de hablar un tiempo si es que él no podía entender que todo lo había hecho por su bien. Me dijo que sí y cuando ya le dijo a esa perra loca que nunca más en su vida la quería ver, que ya no existía para él y que lo dejara en paz para siempre, nos fuimos. Bueno, no nos regresamos juntos porque yo no quise irme con él en el coche, estaba muy agresivo y tal vez iba a cometer alguna locura. Le dije que se fuera solo y me fui por mi lado.

No puedo decir que la discusión salió muy bien, pero al menos tuve la oportunidad de decirle a Magda lo que pensaba de ella, lo traicionera y venenosa que es. Y Adrián escuchó todo. Y su mamita también, para que ya deje de pensar que su hijita es una frágil palomita. Tal vez frágil sí, pero sólo por lo anoréxica...

"Si lo quisieras en verdad, lo dejarías en paz en lugar de meterlo en todos tus traumas", le dije. Y se quedó helada, no sabía ni qué contestar porque sabe que tengo razón. Cómo la odio. Todavía me rogó que me quedara, la loca. La vi a la cara y le dije: "No quiero saber nada de ti. No existes". Y me fui.